FRASES DE
JOSE DE SAN MARTIN
25
DE FEBRERO DE 1778 – 17 DE AGOSTO DE 1850
Producción
de Latitud Periódico
8
de enero del 2013. Actualizada el 15 de julio del 2015
Estoy
firmemente convencido que los males que afligen a los nuevos
Estados de América no dependen tanto de sus habitantes
como de las constituciones que los rigen. Si los que se llaman
legisladores en América hubieran tenido presente que
a los pueblos no se les debe dar las mejores leyes, pero sí
las mejores que sean apropiadas a su carácter, la situación
de nuestro país sería diferente.
"La
soberbia es una discapacidad que suele afectar a pobres infelices
mortales, que se encuentran de golpe con una miserable cuota
de poder".
No
quiero manchar mi espada con sangre de mis hermanos.
La
unión y la confraternidad, tales serán los sentimientos
que hayan de nivelar mi conducta pública cuando se trate
de la dicha y de los intereses de los otros pueblos.
La
biblioteca es destinada a la ilustración universal, más
poderosa que nuestros ejércitos para sostener la independencia.
La
reputación del generoso puede comprarse muy barata; porque
no consiste en gastar sin ton ni son, sino en gastar con propiedad.
Antes sacrificaría mi existencia que echar una mancha
sobre mi vida pública que se pudiera interpretar por
ambición.
La
ilustración y fomento de las letras es la llave maestra
que abre la puerta de la abundancia y hace felices a los pueblos.
La
moderación y la buena fe, tales los fundamentos sobre
los que apoyo mis esperanzas de ver estrechados los vínculos
sagrados que nos unen, y de no aventurar un solo paso que pueda
romperlos o debilitarlos.
Por
inclinación y principios amo el gobierno republicano
y nadie, nadie lo es más que yo.
En
mis providencias malas o buenas, jamás ha tenido parte
la personalidad y sí sólo el objeto del bien e
independencia de nuestro suelo.
Es
cierto que tenemos que sufrir escasez de dinero, paralización
del comercio y agricultura, arrostrar trabajos y ser superiores
a todo género de fatigas y privaciones; pero todo es
menos que volver a uncir el yugo pesado e ignominioso de la
esclavitud.
Deseo
que todos se ilustren en los sagrados derechos que forman la
esencia de los hombres libres.
Mis
necesidades están más que suficientemente atendidas
con la mitad del sueldo que gozo.
La
seguridad individual del ciudadano y la de su propiedad deben
constituir una de las bases de todo buen gobierno.
Dios
conserve la armonía, que es el modo de que salvemos la
nave.
No
se debe hacer promesa que no se pueda o no se deba cumplir.
El
empleo de la fuerza, siendo incompatible con nuestras instituciones,
es, por otra parte, el peor enemigo que ellas tienen.
Mi
barómetro para conocer las garantías de tranquilidad
que ofrece un país las busco en el estado de su hacienda
pública y, al mismo tiempo, en las bases de su gobierno.
La
marcha de todo Estado es muy lenta; si se precipita, sus consecuencias
son funestas.
No
nos ensoberbezcamos con las glorias y aprovechemos la ocasión
de fijar la suerte del país de un modo sólido
y tranquilo.
La
religiosidad de mi palabra como caballero y como general ha
sido el caudal sobre el que han girado mis especulaciones.
Todo
buen ciudadano tiene una obligación de sacrificarse por
la libertad de su país.
Mi
objeto desde la revolución no ha sido otro que el bien
y felicidad de nuestra patria y al mismo tiempo el decoro de
su administración.
Cada
gota de sangre americana que se vierte por nuestros disgustos
me llega al corazón.
En
el último rincón de la tierra en que me halle
estaré pronto a sacrificar mi existencia por la libertad.
Al
americano libre corresponde trasmitir a sus hijos la gloria
de los que contribuyeron a la restauración de sus derechos.
Tiempo
ha que no me pertenezco a mí mismo, sino a la causa del
continente americano.
Divididos
seremos esclavos, unidos estoy seguro que los batiremos: hagamos
un esfuerzo de patriotismo, depongamos resentimientos particulares,
y concluyamos nuestra obra con honor.
Nuestros
desvelos han sido recompensados con los santos fines de ver
asegurada la independencia de la América del Sud.
La
armonía, que creo tan necesaria para la felicidad de
América, me ha hecho guardar la mayor moderación.
Voy
a hacer el último esfuerzo en beneficio de la América.
Si éste no puede realizarse por la continuación
de los desórdenes y anarquía, abandonaré
el país, pues mi alma no tiene un temple suficiente para
presenciar su ruina.
Para
defender la libertad se necesitan ciudadanos, no de café,
sino de instrucción y elevación moral.
Estoy
convencido que la pasión del mando es, en general, lo
que con más imperio domina al hombre.
Hombres
que se abandonan a los excesos son indignos de ser libres.
Los
hombres distamos de opinión como de fisonomías,
y mi conducta, en el tiempo en que fui hombre público,
no pudo haber sido satisfactoria a todos.
No
es en los hombres donde debe esperarse el término de
nuestros males: el mal está en las instituciones y sólo
en las instituciones.
Ser
feliz es imposible, presenciando los males que afligen a la
graciada América.
Los
hombres no viven de ilusiones sino de hechos.
Mi
nombre es ya bastante célebre para que yo lo manche por
infracción de mis promesas.
Las
consecuencias más frecuentes de la anarquía son
las de producir un tirano.
Ya
veo el término a mi vida pública y voy a tratar
de entregar esta pesada carga a manos seguras, y retirarme a
un rincón a vivir como hombre.
Es
necesario tener toda la filosofía de un Séneca,
o la impudicia de un malvado para ser indiferente a la calumnia.
Mi
sable jamás saldrá de la vaina por opiniones políticas.
Tan
injusto es prodigar premios como negarlos a quien los merece.
Al
hombre honrado no le es permitido ser indiferente al sentimiento
de la justicia.
Nada
suministra una idea para conocer a los hombres como una revolución.
"El
lujo y las comodidades deben avergonzarnos como un crimen de
traición a la patria".
El
que se ahoga no repara en lo que se agarra.
De
lo que mis granaderos son capaces, solo lo sé yo, quien
los iguale habrá quien los exceda no.
El
hombre bajo todo gobierno será el mismo, con las mismas
pasiones y debilidades.
La
biblioteca destinada a la educación universal, es más
poderosa que nuestros ejércitos.
Los
soldados de la patria no conocen el lujo, sino la gloria.
Ya
veo el término a mi vida pública y voy a tratar
de entregar esta pesada carga a manos seguras, y retirarme a
un rincón a vivir como hombre.
Es
necesario tener toda la filosofía de un Séneca,
o la impudicia de un malvado para ser indiferente a la calumnia.
Mi
sable nunca saldrá de la vaina por opiniones políticas.
Para
los hombres de coraje se han hecho las empresas.
Serás
lo que debas ser, sino no serás nada.
Si
hay victoria en vencer al enemigo; la hay mayor cuando el hombre
se vence a si mismo.
Si
somos libres, todo nos sobra.
La
conciencia es el mejor juez que tiene un hombre de bien.
Una
derrota peleada vale más que una victoria casual.
Cuando
la patria esta en peligro, todo esta permitido, excepto, no
defenderla.
No
esperemos recompensas de nuestras fatigas y desvelos.
No
hay revolución sin revolucionarios - los revolucionarios
de todo el mundo somos hermanos.
Declaro
no deber ni haber debido, jamás, nada a nadie.
Hace
más ruido un sólo hombre gritando que cien mil
que están callados.
La
seguridad de los pueblos a mi mando, es el más sagrado
de los deberes.
Seamos
libres, lo demás no importa nada.
Siento
la fatiga de la muerte.
Mi
nombre es lo bastante célebre para que yo lo manche con
una infracción a mis promesas.
Sacrificaría
mi existencia, antes de echar una mancha sobre mi vida pública
que se pudiera interpretar por ambición.
Compañeros
juremos no dejar las armas de la mano hasta ver al país
enteramente libre o morir con ellas como hombres de coraje.
Mi
juventud fue sacrificada al servicio de los españoles
mi edad mediana al de la patria, creo que me he ganado mi vejez.
FUENTES:
páginas varias y fuentes propias.
Caracteres:
7912